LA ALDEA HEZ

Aun recuerdo aquel día en el que, con viento del Cierzo, me adentraba en las entrañas de aquella misteriosa aldea que parecía estar exenta del paso del tiempo, sus gentes no eran como las que nosotros conocemos, y no por sus maneras o indumentaria sino por sus heces.....eran maravillosas. A medida que caminaba, bajo la atenta mirada de los extraños habitantes, sentía como una profunda sensación de felicidad se adueñaba de mi, de modo que me decidí a preguntar a alguno de aquellos seres el porque de esa sensación, y sobretodo, porque habían permanecido ocultos durante tanto tiempo. Me acerqué al que, aparentemente, depositava los excrementos más insólitos y fantásticos que yo jamas había visto, tras untarme la cara con el más fresco de ellos le miré a los ojos y le espeté: ¡Hijo de la grandísima puta, cabrón!, el gentilmente me invitó a entrar en su pequeña mazmorra cavada a la orilla del rio, solo dijo unas palabras: ¡Groong hairen crunki uuuuuuuuurps! que para nada me sorprendió, hacía apenas dos semanas que mi primo de Logroño me dijo lo mismo. Una vez dentro, mi amable amigo accedió a contarme todos los misterios que guardaba aquella aldea y que yo jamás podré revelar, lo único que conservo de aquella experiencia, además de mi recuerdo, es una precioso jarrón y una cubertería de heces que me ha devuelto las ganas de vivir.